Cada día aprendo mucho de lo que yo misma intento enseñarles a mis hijos. Ser madre es convertirse automáticamente en maestra. Y a mi hija mayor, que se frustra cuando las cosas no salen tal cual ella tenía previsto o como a ella le gustaría, le digo:
“Isabel, cuando las cosas no salen como tú quieres, no se van a solucionar por enfadarse y llorar. Es mucho mejor para ti y vas a sufrir menos en la vida si 1) Intentas pensar una solución o alternativa; 2) Si no encuentras solución por ti misma, pides ayuda y; 3) Si no puedes solucionarlo tú sola ni con ayuda, entonces lo mejor es aceptarlo y aprender lo que se pueda de la situación.”
Y últimamente veo que esa estructura mental que he pensado para ayudarle a ella, me está sirviendo enormemente a mi. Y en estas estamos. Aceptando que esta pandemia es lo que nos ha tocado vivir, que queda para rato, que tenemos que tener cuidado, pero que no nos podemos quedar parados, que hay que seguir viviendo con esta situación, porque es la nuestra.
Y yo creo que se puede aprender mucho de este año, de lo bueno y de lo malo. Y para ello, hay que repasarlo con ojos críticos y pensar, de todo lo que ha venido, qué nos queremos quedar y qué no.
De las cosas que yo quiero conservar son:
- Ese ser capaces de pasar muuuuchos ratos en familia, sin tener que hacer 20 millones de planes, pudiendo disfrutar de una vida más sencilla a un ritmo más pausado.
- Ese recuperar el sentido y la sensación del HOGAR, con mayúsculas.
- Ese cambio de mentalidad en el trabajo para trabajar más desde los objetivos y la confianza no tanto por las horas de presencia y de aprender nuevas herramientas y técnicas de colaboración a distancia.
- Esa capacidad de adaptación y aceptación. Sinceramente, creo que este año ha sido un máster de resiliencia.
Todo eso no lo quiero perder. En cambio, todo lo que me gustaría que NO me acompañara cuando todo esto pase:
- No quiero que nos convirtamos en una sociedad más fría y que para muchas personas este aislamiento se convierta en algo crónico. Y desde mi punto de vista, la conexión telemática no puede nunca suplir 100% una visita o un abrazo.
- No quiero que nos convirtamos en una sociedad infantilizada en las que nos acostumbremos a que se nos dicten todo tipo de normas sin que se tenga que explicar el por qué o a que no se pueda confiar en que la gente entienda y procese la información. O que el miedo al coronavirus se convierta la excusa para cosas aunque no tenga mucho que ver.
- No quiero que la flexibilidad laboral se convierta en un horario continuo de 24 horas que impida poder cerrar en algún momento el ordenador para pasar ratos en familia de calidad.
Esta es mi reflexión. Me encantaría que me compartierais también la vuestra. O que a lo mejor, aprovecharais estos días que vamos a volver a tener tranquilos para pensar sobre ello.
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