Viajar alimenta el espíritu. Afila los sentidos, inspira, enriquece, tiene la capacidad de grabar momentos en la retina y es divertidísimo. ¡Cómo me alegro haberme dedicado algunos años de mi vida a hacer grandes viajes! Lo que he aprendido, lo bien que me lo he pasado y que mochila de vivencias y recuerdos tengo de esa época.
Pero la vida son etapas y en esta seguramente en esta que estoy viviendo no podré hacer tantos viajes o, por lo menos, no tan lejos y durante tanto tiempo. Eso sí, nada nos impide viajar con la imaginación sin salir de casa y recorrer los lugares más recónditos e inexplorados del planeta.