Ya llevamos un año y 10 meses de papis y ahora cada día tenemos más presente que lo seremos por partida doble. ¡Ya va quedando poquito! Y ser padre te pone a prueba constantemente; cada día el niño cambia, y es un nuevo mundo, y hay que adaptarse a él. Y estoy segura, de que como yo, en muchísimas ocasiones dudas. Dudas de si estarás haciéndolo bien, de si estarás ayudándole a disfrutar y a forjarse en una gran persona el día de mañana.
A nosotros nos ocurre diariamente. Y más ahora, llegando a los terribles dos, porque hagamos lo que hagamos, es imposible acertar.
En esas ocasiones es clave volver a los básicos. Y saber que al final los niños necesitan cosas muy sencillas. Y estar juntos como pareja. Y estar seguros de que lo estáis haciendo bien.
Es verdad que hoy en día con tanta información accesible, tantos estudios, tantos blogs, tanta gente comentando, etc, es fácil perder la perspectiva y sentir que no lo estás haciendo bien como padre… básicamente porque es imposible hacer todo lo que se supone que hay que hacer. Ponerle música clásica, darle masaje todas las noches, sacarle X horas al día, estimularle con juegos educativos, darles autonomía, etc, etc, etc.
Por eso, creo que en este área, en la crianza de nuestros hijos, también es fundamental simplificar.
Justo hoy volvía a leer en facebook este artículo del Rincón Psicología hablando precisamente de que tenemos que simplificar la vida de nuestros hijos porque el exceso de opciones, de información, de cosas y de velocidad no ayuda a los niños. Al contrario, les abruma… Y puede que en el futuro les genere déficit de atención, etc.
Hablando con una amiga ya con hijos adolestentes me decía. “En mi época, lo teníamos claro. Entonces decíamos que los niños necesitan dos cosas: AMOR y LÍMITES.”
AMOR para que crezcan con confianza, con buena autoestima. Porque para eso es la familia, para crear una red de seguridad que nos permita avanzar en la vida sin miedo a equivocarnos, que nos recoja, que nos ayude a levantarnos. Que nos haga sentir cómodos, sin estrés, protegidos, QUERIDOS.
LÍMITES que, en el fondo, es otra forma de amor. Ponemos límites porque sabemos que el libre albedrío no nos ayuda a crecer en sociedad. Que los niños no pueden jugar con los enchufes, ni cruzar solos la calle cuando son pequeños porque no son conscientes de los riesgos. Que las rutinas les ayudan a tener equilibrio emocional. Que hacer lo que quieran en cada momento, además de ser incompatible con la convivencia, no les hace más felices.
¿Qué os parece? ¿No resulta mucho más sencillo?. Concentrémonos en que nuestros hijos sean niños queridos y que sepan los límites y ya está. Sólo son dos cosas. Y cuando dudemos, pensaremos, ¿es un niño querido? ¿es un niño ordenado con límites claros? Sí. Pues ya está. Lo estamos haciendo bien
¡¡Yo estoy segura de que tanto nosotros y vosotros lo vamos a hacer genial!!