Normalmente en este blog, solemos publicar artículos de contenido muy práctico para ayudar a las familias a organizar mejor su día a día y que así puedan tener más tiempo para disfrutar. Pero no sólo de organización vive el hombre. Es muy importante también reflexionar, parar, dar tiempo y forma a pensamientos e ideas…
Por eso, este año 2019, voy a intentar cerrar cada mes con una reflexión personal que espero os ayude a pensar y profundizar sobre algunos temas.
A finales del año pasado y principios de este, como siempre, me he dedicado un tiempo a pensar y hacer balance. El 2018 ha sido un año con menos cambios en mi vida, un año más estable en el que fundamentalmente he crecido como madre. Y como madre, he aprendido y reflexionado mucho sobre el amor.
Cuando pensamos sobre el amor, lo primero que pensamos en lo reconfortante y bien que sienta ser amados.
Pero quizá por el miedo al amor no correspondido, que tantas penas genera, no profundizamos tanto en lo maravilloso que es amar.
Yo este año me siento muy afortunada por poder amar.
> Cada vez que voy a buscar a mi lentejita al colegio y se le ilumina la mirada y nos damos un abrazo y un beso enorme.
> Cada mañana que puedo despertarme dando miles de besos al garbancito que ha venido la última parte de la noche a nuestra cama y a la lentejita que viene a vernos cuando se despierta.
> Cada tarde que jugamos tranquilamente en casa sin ninguna otra pretensión, disfrutando de estar juntos.
> Cada ocasión que pienso lo maravilloso que es mi marido y lo mágico que es que nos hayamos encontrado en esta vida…
Pienso que tengo una enorme suerte no sólo por recibir amor, sino también por poder amar.
Porque amar es maravilloso. Imaginaros lo horrible que sería querer dar amor y no tener quién lo reciba.
¿Vosotros os habéis parado a pensarlo?. La cantidad de momentos en familia que tenemos la oportunidad de dar nuestro amor y lo bien que sienta.
Hay que saborearlos al máximo.