El otro día escuchaba por la radio que en un futuro no tan lejano, podremos insertarnos unos microchips de información. “Que quiero aprender una ingeniería, pues los chips que sean necesarios, hala, y ya sé todo lo necesario de cálculo de materiales, de física, de matemáticas…” La verdad es que sentí una mezcla de fascinación y miedo de pensarlo.
Llevaba días diciéndome: esa peli la quiero ver. Ah, y esta otra también. Anda, pues esa puede ser tronchante… Pero luego al final, si no puedo ir a verlas al cine, cuando queremos alquilar una en Wuaki o Netflix para verlas en casa, nos tiramos horas decidiendo.
Así que aprovechando el repaso de cine actual que nos brindan los Oscars, nos hemos hecho una buena lista de películas que queremos ver. A partir de ahora, va a estar tirado elegir película. Yeah! 🙂
Viajar alimenta el espíritu. Afila los sentidos, inspira, enriquece, tiene la capacidad de grabar momentos en la retina y es divertidísimo. ¡Cómo me alegro haberme dedicado algunos años de mi vida a hacer grandes viajes! Lo que he aprendido, lo bien que me lo he pasado y que mochila de vivencias y recuerdos tengo de esa época.
Pero la vida son etapas y en esta seguramente en esta que estoy viviendo no podré hacer tantos viajes o, por lo menos, no tan lejos y durante tanto tiempo. Eso sí, nada nos impide viajar con la imaginación sin salir de casa y recorrer los lugares más recónditos e inexplorados del planeta.
Una de las cosas que más hay que tener en cuenta cuando se tienen niños son todos los detalles logísticos, sobre todo con bebés. Con niños uno no se puede mover con tanta libertad ni facilidad. Para hacerlo, hay que organizarlo un poco más. Pero para eso estamos aquí en dommuss, para ayudarnos a organizar el día a día, no? 🙂
Poco a poco cada uno se va creando su sistema para la rutina diaria: carrito, mochila/portador, sillitas en el coche… Pero la limitación logística se pone de nuevo en relieve a la hora de viajar, como nos ha pasado a nosotros este finde. Nos íbamos a Barcelona a ver a mi amiga Ana.
Vi este sonajero por primera vez el día que nació mi lenteja. Después de nuestra primera siesta con ese minúsculo personajillo mofletudo y sonrojado de ojos achinados y azabache y mirada risueña pero intensa que dormía con esa placidez profunda con la que sólo duermen los bebés vinieron de nuevo nuestros padres de visita. Mis padres trajeron un centro de flores secas preciosos para alegrar la habitación y mis suegros me trajeron unas revistas para entretenernos y “el sonajero”.