Estas semanas hemos sido conscientes de una realidad brutal y aterradora. No es nueva, ya existía, y era igual de brutal y de aterradora hace unas semanas. Pero no la conocíamos. No la habíamos puesto imagen, no la habíamos sentido en nuestra piel.
Pero ver hordas de personas huyendo con la desesperación ardiendo en sus ojos, ha abierto los nuestros. Para que una masa tan enorme de gente deje su hogar y su vida, se embarque en un viaje peligroso e incierto, se eche a sus hijos a las espaldas y ponga rumbo a cualquier sitio pero lejos y seguro, quiere decir que el nivel de crueldad, atrocidad, caos, terror y deshumanización que está teniendo lugar el Siria es muy superior al que podíamos intuir.
Y es que con la notica del camión en el que murieron más de 70 personas asfixiados y con la imagen del niño pequeño yaciendo ahogado en una playa, se me ha roto un poquito el alma.
Me han parecido imágenes e historias de épocas pasadas. Épocas en las que las guerras y el hambre asolaban territorios enteros. Realmente parece increible e incomprensible que algo así esté pasando hoy en día y a tan pocos kilómetros de nosotros. De Europa, de occidente.
También me han hecho desprenderme otro poquito de la ingenuidad que me va quedando porque en realidad, no son épocas tan lejanas, hace sólo algo más de medio siglo, estábamos matándonos en una guerra mundial.
Y, aunque soy bastante consciente, he pensado la suerte que tenemos de vivir en la sociedad en la que vivimos.
Y siento orgullo de nuestra sociedad. Orgullo por pensar que vivo en una sociedad segura, solidaria y ordenada. Donde por regla general, la gente sigue las normas y convivimos con cierta tranquilidad. Una sociedad en la que podemos educar a nuestros hijos y que, aún con áreas de mejora, todo el mundo puede acceder a una formación superior o profesional y progresar. Un país en el que aunque por designios del destino no se tengan recursos, podrás acceder a una asistencia médica de altísimo nivel si lo necesitas.
A lo largo de los años, gracias a la lucha, la valentía y el sentido común de mucha gente, hemos alcanzado cotas de libertad, igualdad, seguridad y bienestar desconocidas. Y estoy orgullosa de ello. Y de, en la medida de lo posible, intentaré contribuir para que siga así o incluso sea mejor.
Estoy contigo, es tan triste lo que ocurre, y tan cerca, que nos ha levantado el alma. Ya no somos los mismos. Ojalá se mitigue pronto tanto sufrimiento.