Según mi clasificación personal, hay dos tipos de libros. Por un lado están los libros mágicos, de los que recuerdas perfectamente en qué época de tu vida los leíste y, aunque no seas capaz de reproducir exactamente cómo se desarrolla el argumento, sí recuerdas con claridad lo que te hizo sentir. Puede ser además que fuera un libro que te hizo reflexionar, o aprender, o evadirte a un mundo mágico, o que te inspiró a través de historias y personas increíbles… Y es un libro que te gustaría que leyeran tus hijos.
Por otro lado tenemos el resto de los libros. Pueden ser libros que pasen sin pena ni gloria por tus pupilas, que directamente no te gusten, que no seas capaz de acabar, o incluso los que yo llamo “libros de avión”: un título sugerente, un pasar el rato y poco más; te los compras, te mantienen entretenido unas horas y ahí acaba vuestra relación. Durante los últimos años he acumulado unos cuantos libros de esta segunda clase. Y me ha surgido una duda: una vez leídos, ¿qué hacer con ellos?
¿Qué hacemos con los libros que ya no usamos?
Para mí, acumularlos no es una opción. Mi mente práctica se resiste a conservar cosas que creo que no voy a volver a usar. Y además, el espacio en los pisos hoy en día no abunda. ¿Para qué acumular polvo? Pero tirarlos tampoco es alternativa: un libro es un tesoro, que a mí no me haya gustado no lo crucifica. Ya se sabe, para gustos, los colores
He estado investigando y os propongo un par de sugerencias para dar una segunda vida a los libros que no tienen un hueco en vuestro corazón:
Mi opción preferida es la donación:
- Se puede hacer una donación a una biblioteca especializada. Por ejemplo, yo he donado mis libros interesantes de derecho a la biblioteca de mi facultad. Con el giro que ha dado mi vida profesional creo que yo ya no los voy a consultar jamás 🙂
- También se puede donar a una organización: seguro que tenéis cerca alguna biblioteca de barrio, centro de día u ONG que le venga bien. Yo he descubierto un proyecto precioso. Se trata de la Tuuu Libreria. Tienen el objetivo de facilitar el acceso a la lectura a todo el que lo desee. Construyen su librería a base de donativos y todo el mundo puede llevarse varios libros por el dinero que considere conveniente. Ahí dejé mis libros antes de ayer y no se me ocurre mejor destino.
La otra opción es venderlos. Vender libros de segunda mano está al alcance de cualquiera porque hoy en día hay multitud de sitios para hacerlo. Podéis hacerlo con Amazon por ejemplo. Es bastante fácil: te registras, los publicas y sólo pagas una pequeña comisión al portal si los vendes. O en alguna librería de viejo, aunque aquí seguramente os lo compren al peso y no creo que os den más de 2 por kilo.
O, por qué no, probar el bookcrossing. Esa nueva tendencia por la que dejas un libro en un lugar público para que lo coja al que le resulte interesante. Puedes ponerle una etiqueta a través esta página y seguirle la pista.
Cualquier opción es buena para dar una segunda vida a los libros que ya no usamos. Ánimo, ¡liberad vuestros libros no-mágicos!